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en tu pàsion inmensa confiado, valerme de tu amor para mi intento. Te acuerdas, no lo dudo, del momento que en el jardin ameno de esta casa, por donde el tajo entre laureles pasa, (perdona si en contártelo prosigo) al pie de un mirto, solos, sin testigo, léjos del fausto de la Corte y fiesta, léjos de aquel bullicio que molesta, oyendo desde léjos la armonía de una música suave, que aplaudia la dicha de un amor correspondido; depuesto aquel respeto, que es debido entre regias personas me dixiste

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con rostro amante, y con acento triste: oh mi Almanzor! oh quán dichosa fuera si diferente ley tu fe tuviera!

Si fueras, como hermoso, tú christiano, yo ligara mi mano con tu mano: feliz union por siempre juntaria tu amable vida con la vida mia. Pero pues no es posible esta alianza, y si á ella no es justa la venganza, pide Almanzor quanto deseas:

Castilla está á tus pies; y porque veas mi sincera pasion, pronuncia, manda. Esto dixiste, y tu dulzura blanda tanto fuego á tus ojos infundia, que pasaban del labio la energía. Entonces yo pudiera, y aun debiera valerme de ocasion tan lisongera. Yo tímido no quise con tal arte á mi justa ambicion determinarte. Solo dixe: Condesa, si te espanta entre las leyes diferencia tanta: si el no ser mora tú, ni yo christiano, me quita el enlazar tu hermosa mano, mira como la yedra, aunque distante, se abraza tierna con el olmo amante. Si entonces Almanzor, ménos turbado, hubiera aquel momento aprovechado, tu hijo en sacrificio le ofrecieras,

y qual me pierdes tú, no me perdieras. A Dios te queda.

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dile que

le amo dile que le adoro, y que á su voz mi corazon se humilla: que reynará en mi pecho y en Castilla: que Sancho morirá.

Qué, por tu mano?

ELVIRA.

CONDESA.

No será mi rigor tan inhumano.
No con tanta crueldad, con artificio
he de hacer tan horrendo sacrificio.
Fingiré que Almanzor, la paz firmada,
de su regreso emprende la jornada:

que en su obsequio un festin está dispuesto. A Sancho un vaso con licor funesto

un criado dará, cuya bebida

acabe con mis sustos y su vida.

Corre, y díle á mi hijo que aquí venga,

V

mientras mando que al punto se prevenga el banquete funesto á Don García.

Se ha llenado de fuerza el alma mia.

ELVIRA.

Mi boca ha de llevarle su sentencia?

Don Sancho es mi señor, y en su presencia se partirá mi pecho noble.

Calla.

CONDESA.

Plausible excusa tienes de vasalla;
mas no te necesito: ven conmigo.
O cielo airado! tu furor consigo.
Ni un cómplice me dexas? ni siquiera
quien me obedezca? Pero mas entera
he de ser mientras mas esté frustrada.
Ya está tu muerte, Sancho, decretada.

ELVIRA.

Confio, ó Dios, en tus perpétuas leyes, que guardan las personas de los Reyes.

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Sí me precio, y te precias justamente. De nuestra sangre la ínclita corriente desciende de la mas noble montaña de Asturias, venerada en toda España. Nuestros abuelos fuéron nobles godos, todos leales, y guerreros todos. Tu abuelo me crió: yo jóven era: de su escuela aprendí la vez primera el modo de empuñar la espada y lanza.

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